Editorial
Una de las mayores conquistas de la modernidad es la construcción colectiva del conocimiento, que le dio a las sociedades estándares que les permiten afirmar o negar la realidad. Estos parámetros son la base del pensamiento científico y sirven como eje vital para modelar la forma como nos aproximamos al mundo de la vida. Tal y como lo afirma Habermas, el problema surge cuando solapamos las dimensiones que posibilitan explicar el mundo de la naturaleza externa al sujeto. En su ya clásico libro La lógica de las ciencias sociales, este filósofo logra escindir las dos formas clásicas de realizar interpretaciones sobre el mundo social y de vaticinar el problema actual del mundo contemporáneo: la posverdad.
El heredero de la escuela de Frankfurt, planteaba que existen dos dimensiones. Una la descriptiva que se estructura en torno a la evidencia que aporta el mundo externo, el mundo objetual, ese universo particular que nos entrega datos, nos aporta hechos que al ser validados permiten afirmar categóricamente lo falso de lo verdadero, es decir, hasta donde lo que se dice o afirma guarda; esta correlación con los hechos o cosas, esta correlación es legitimada por la fuerza de lo fáctico. Es entonces cuando la rigurosidad del método científico adquiere preponderancia para lograr que esa verdad, construida por todos adquiera la plausibilidad necesaria. Recordemos que el conocimiento plausible es el que todos aceptamos como válido.
La dimensión número dos es la que categoriza Habermas como una exclusivamente prescriptiva, donde las emociones dominan las aproximaciones al mundo de los objetos; es la subjetividad la orientadora del proceso cognoscitivo. Esta dimensión se fundamenta en los juicios, en las opiniones del relativismo gnoseológico de los puntos de vista. Su fuerza estriba en la validez de sus argumentos, en el orden y coherencia pero siempre debemos tener claro que no estriba su fuerza en la contundencia de la evidencia. Los productos prescriptivos solo se rechazan o se aceptan en torno a qué tan legítima es su argumentación. El problema del mundo actual es que hemos confundido lo prescriptivo con lo descriptivo, y adicional se considera que la segunda dimensión, la de verdad percibida, se puede hacer a la fuerza una verdad colectiva. La posverdad es la síntesis de la lucha entre la subjetividad radical de unos pocos contra el mundo colectivo; lo triste es que la verdad percibida va ganando la batalla.
EDIMER LEONARDO LATORRE IGLESIAS
Director/Editor Revista Vis Iuris