Lillian Virginia Mountweazel nació en un pueblito llamado Bangs, en Ohio hacia el año de 1942. Muy joven se adentra en el estudio de los nativos Sierra Miwok legandonos un conjunto de fotogra- fías que retratan su vida en comunidad. A partir de este estudio etnográfico se desarrolló su pasión por la gran fotografía, que continuó en los cementerios y lugares sagrados de París. Posteriormente hace su inmersión en el mundo rural norteamericano legandonos una amplia variedad de fotografías de los buzones de correo, instantes impregnados del poder de la nostalgia y del universo bucólico estadounidense. Murió de manera trágica en una explosión a la edad de 30 años, cuando realizaba un estudio para la revista Combustion sobre bombas de gasolina.
Este pequeño pero impactante extracto biográfico lo encontramos en la New Columbia Enciclopedya, sería perfecto si no fuera por un pequeño detalle, es completa- mente falso. Esta práctica es considerada en el argot de los creadores de con- tenido como un submarino, un texto quimérico diseñado para delatar a los que posiblemente hicieran plagio de los artículos en una enciclopedia. Lo asom- broso de esta entrada es la reacción de los lectores. El público norteamericano durante décadas se ha negado a asumir la mentira. Hoy en día existen libros de
fotografías que recogen el legado de esta gran artista Norteamérica, compen- 5
dios en revistas sobre fotos de buzones rurales firmados por ella y una legión de admiradores que habla de la gran tragedia en la que murió esta retratista norteamericana. Nuevamente el apotegma Borgiano de que muere el autor y nace el lector se hace notoriamente evidente.
Borges señaló en su momento una fuerte tendencia que logró avizorar: el giro epistémico que se daría en el futuro sería orientado por la estética. Anticipán- dose a los postmodernos, en especial a Baudrillard sobre el desierto de lo real, Borges, narrando de forma detectivesca, describe el proceso de invención del planeta Tlon por una sociedad secreta de científicos, e irónicamente afirmaba de forma contundente: el mundo deviene en Tlon. Es decir, que nuestras creaciones terminarían materializándose en la vida real. Frente a la ingente innovación de
EdimEr LEonardo LatorrE-igLEsias
mundos posibles, solo basta con echar una ojeada a las arenas movedizas de lo real, donde las demarcaciones sobre lo fáctico se diluyen lentamente, movién- dose entre las vaporosas imágenes que edificamos en el mundo contemporáneo.
Otro ejemplo notorio de este tipo de submarinos que emergen, del fondo de lo falso con la fuerza de la verdad, es lo que ocurrió con el mapa de New York realizado por la empresa General Drafting Company en el año de 1930. Sus creadores incluyeron una ciudad falsa, AGLOE que no era más que la agru- pación de las siglas de los nombres de sus diseñadores otto g. lindBerg, y su auxiliar, ernest alpers. El objetivo era detectar el plagio y entablar denuncias. En efecto, en la década del 50 interpusieron una demanda contra el mapa ela- borado por Rand McNally quien colocó Agloe dentro de su nuevo mapa, que se consideraba era la actualización de las rutas y carreteras después de más de veinte años.
En su defensa Mcnally llevó fotografías de la existencia del lugar. El hecho fue simple, las personas que recorrieron el camino y llegaron a la intersección del mapa, al no ver nada decidieron hacer algo; crearon Agloe, un almacén de pro-
6 visiones en medio de la nada. Este pequeño submarino confirma que el mundo está deviniendo en Tlon y que nuevamente la imaginación supera a la realidad.
ediMer leonardo latorre-iglesias
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